Seres solitarios
Aunque me salgan manchas y a tornillo ventral desaparezcan las roscas geniales de mis venas, enredaderas azules de mi alma. Aunque me digan que el 13 va camino de ser cierto y en mis dientes tenga la rabia de anteayer como un broche de cristales prendido de la lengua, sé porque lo sé o lo aprendí, que ayer puse mi reloj en su vertiente atlántica, que es decir lo mismo que suplir las horas por el ruido exacto de las mareas, o la cálida lumbre de los que necesitan una mano de fuego que acaricie su sangre, lejos del tiempo burdo que marcan los fáciles calendarios. O que el frío que nos disparan esos francotiradores desde sus torres de marfil no va a helar el corazón de los seres solitarios, o como sé que los seres solitarios van y vienen eternos, abrigados por el sol que les acompaña desde la noche de los tiempos. Tomás Rivero