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Mostrando entradas de mayo, 2015

Alfonsina Storni III

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Así Hice el libro así: Gimiendo, llorando, soñando, ay de mí. Mariposa triste, leona cruel, Di luces y sombra todo en una vez. Cuando fui leona nunca recordé Cómo pude un día mariposa ser. Cuando mariposa jamás me pensé Que pudiera un día zarpar o morder. Encogida a ratos y a saltos después Sangraron mi vida y a sangre maté. Sé que, ya paloma, pesado ciprés. O mata florida, lloré y más lloré. Ya probando sales, ya probando miel, Los ojos lloraron a más no poder. Da entonces lo mismo, que lo he visto bien, Ser rosa o espina, ser néctar o hiel. Así voy a curvas con mi mala sed Podando jardines de todo jaez.

Alfonsina Storni II

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ALMA DESNUDA Soy un alma desnuda en estos versos, Alma desnuda que angustiada y sola Va dejando sus pétalos dispersos. Alma que puede ser una amapola, Que puede ser un lirio, una violeta, Un peñasco, una selva y una ola. Alma que como el viento vaga inquieta Y ruge cuando está sobre los mares, Y duerme dulcemente en una grieta. Alma que adora sobre sus altares, Dioses que no se bajan a cegarla; Alma que no conoce valladares. Alma que fuera fácil dominarla Con sólo un corazón que se partiera Para en su sangre cálida regarla. Alma que cuando está en la primavera Dice al invierno que demora: vuelve, Caiga tu nieve sobre la pradera. Alma que cuando nieva se disuelve En tristezas, clamando por las rosas con que la primavera nos envuelve. Alma que a ratos suelta mariposas A campo abierto, sin fijar distancia, Y les dice: libad sobre las cosas. Alma que ha de morir de una fragancia De un suspiro, de un verso en que se rue

Alfonsina Storni

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SOY Soy suave y triste si idolatro, puedo bajar el cielo hasta mi mano cuando el alma de otro al alma mía enredo. Plumón alguno no hallarás más blando. Ninguna como yo las manos besa, ni se acurruca tanto en un ensueño, ni cupo en otro cuerpo, así pequeño, un alma humana de mayor terneza. Muero sobre los ojos, si los siento como pájaros vivos, un momento, aletear bajo mis dedos blancos. Sé la frase que encanta y que comprende y sé callar cuando la luna asciende enorme y roja sobre los barrancos.

Elegir mi paisaje

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Si pudiera elegir mi paisaje de cosas memorables, mi paisaje de otoño desolado, elegiría, robaría esta calle que es anterior a mí y a todos. Ella devuelve mi mirada inservible, la de hace apenas quince o veinte años cuando la casa verde envenenaba el cielo. Por eso es cruel dejarla recién atardecida con tantos balcones como nidos a solas y tantos pasos como nunca esperados. Aquí estarán siempre, aquí, los enemigos, los espías aleves de la soledad, las piernas de mujer que arrastran a mis ojos lejos de la ecuación dedos incógnitas. Aquí hay pájaros, lluvia, alguna muerte, hojas secas, bocinas y nombres desolados, nubes que van creciendo en mi ventana mientras la humedad trae lamentos y moscas. Sin embargo existe también el pasado con sus súbitas rosas y modestos escándalos con sus duros sonidos de una ansiedad cualquiera y su insignificante comezón de recuerdos. Ah si pudiera elegir mi paisaje elegiría, robaría esta calle, esta calle recién atardecida

Rayuela (Capítulo 93) Julio Cortázar

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93 Pero el amor, esa palabra... Moralista Horacio, temeroso de pasiones sin una razón de aguas hondas, desconcertado y arisco en la ciudad donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos. Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusier van a hacer un puent

DESPECHO

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¡Ah, qué estoy cansada! Me he reído tanto, tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto; tanto, que este rictus que contrae mi boca es un rastro extraño de mi risa loca. Tanto, que esta intensa palidez que tengo (como en los retratos de viejo abolengo) es por la fatiga de la loca risa que en todo mi cuerpo su sopor desliza. ¡Ah, qué estoy cansada! Déjame que duerma; pues, como la angustia, la alegría enferma. ¡Qué rara ocurrencia decir que estoy triste! ¿Cuándo más alegre que ahora me viste? ¡Mentira! No tengo ni dudas, ni celos, Ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos, Si brilla en mis ojos la humedad del llanto, es por el esfuerzo de reírme tanto. JUANA DE IBARBOURU

Lo lamento amor

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Como una sola flor desesperada

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Lo quiero con la sangre, con el hueso, con el ojo que mira y el aliento, con la frente que inclina el pensamiento, con este corazón caliente y preso, y con el sueño fatalmente obseso de este amor que me copa el sentimiento, desde la breve risa hasta el lamento, desde la herida bruja hasta su beso. Mi vida es de tu vida tributaria, ya te parezca tumulto, o solitaria, como una sola flor desesperada. Depende de él como del leño duro la orquídea, o cual la hiedra sobre el muro, que solo en él respira levantada. Juana de Ibarbouru

Iluminador de estrellas

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No puedo pedirte, ¡Oh manso Señor!, que poses una en mis manos. Iluminador de estrellas. Brillo enceguecedor para los que no saben mirar, bajas del firmamento desde el otro lado de la mar. Llegas hasta el paraíso mediterráneo en el que te canto. Haces crecer la hierba en la arena de los sueños, simiente de colores, te quedas en mi. Creo en el infinito de tus labios hechos verbo. Me pierdo en tus pupilas y se diluye el espacio-tiempo. ¡Oh manso Señor! somos uno.  Iluminador  de estrellas.

Corazón de tinta

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Un día descubrí que en mis venas corría tinta y el corazón latía al compás de cada palabra. Música. Las dulces lo calmaban,  las hirientes lo estrujaban, las violentas lo exaltaban; las tuyas del cuerpo lo desalojaban. Corazón inquieto. Engañoso espacio-tiempo, siempre estuviste a mi lado  mas nunca te vi. Hasta el preciso instante en que  corriste el velo de mis ojos y de ajna. Mi verdad camina entre las letras, cada sentimiento toma un color diferente. Tienen perfecto equilibrio para el que sabe transitar entre ellas y leer entre líneas. Son decretos que al universo canto. Hecho es. Hecho está.

Magia Negra

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¡Atadla! ¡Desnudadla! ¡Suetadle los brazos con la propia cabellera! ¡Sujetadle los puños por la espalda! ¡Cerradle el nudo con sus mismas trenzas! Machacad entretanto en el mortero hasta que polvo imperceptible sea, la antigua pasta... ¡Machacad de modo que en un polvo infernal cuaje la mezcla! Mientras esto se cumple, vieja maga, no olvides a las cómplices estrellas. Yo cuidaré del trébede maldito, donde el incienso que enbrujaste humea. Y cuando tú lo mandes, profetisa, yo mismo entre las carnes traicioneras, le marcaré el tatuaje, poco a poco, conforme al rito de la magia negra. La hechizaremos con tan grave hechizo que una roja locura la enceguezca, y con los ojos ciegos, desolada por infinito horror cruce la tierra. De modo tal que el sacrilegio horrendo que así me libra a la tieniebla eterna, sea el crimen más cruel que hayas cumplido, ¡sacerdotisa de la magia negra! Que así la amo y así por su pecado pierdo el alma