¡Ojalá te enamores!


¡Ojalá te enamores! Los gitanos maldicen, y la peor maldición jamás dicha es solo una. La más funesta. La más terrible. Basta que crean tener un enemigo, un enemigo específico, concretamente, un desapasionado (la ausencia de pasión es una afrenta para quien vive con ella a flor de piel) que lanzan el guante y el hechizo. Lo sentencian para siempre, y el condenado convive eternamente con el peso del dictamen sobre su cabeza, su alma y corazón. ¡Ojalá te enamores! Ojalá te enamores, dicen y maldicen. Ojalá te enamores, digo yo. Y no es solo una sentencia, es además un profundo anhelo. Ojalá te enamores y sientas el deseo descontrolado de recorrer las calles mojadas yendo de la mano, de noche, sonámbulo y ebrio. Desconcertadamente feliz. Ojalá te enamores y no sepas qué hacer. Que sientas el alma bellamente desgarrada y desees que cada girón sea unido solo por una persona en el mundo, solo una. Aquella persona que pueda desnudarte con pensarlo, y que el despojo no te inunde de frío. Ojalá te enamores y no puedas con eso. Que cada rincón de tu memoria sea habitado por un solo pensamiento, y que aquellos que huyen en otra dirección no encuentren el rumbo si no es con la guía de quien todo lo abarca. Ojalá te enamores y sientas que no es posible estarlo si no es con la proyección vital del deseo, que no concibas la vida si no es reflejándote en otra mirada y otras manos. Pero enamorarse no es para cobardes y convivir con dicha maldición no es para necios. Enamorarse solo es para aquellos que pueden con un destino atravesado, para aquellos que lleven un escudo y un carcajada por las dudas, y que por las mismas dudas pueden dejarlo en tierra. Enamorarse es para hombres comunes, esos que van vulnerables por la vida y que cuando es necesario, se la juegan por el suspiro de una mujer que baila. Enamorarse es para aquellos a los que no les incomoda ser espectadores, a sabiendas de que pueden ser protagonistas con solo quererlo. Enamorarse es para quienes pueden correr bajo la lluvia sin que las gotas los mojen, solo movidos por la pulsión de subirse a un tren que los espera. El tren espera, y ellos corren justamente por ese motivo, para evitar la espera del otro. Eso es enamorarse, creo. Y eso es poner el amor en acción. Enamorarse, en fin, no es para cualquiera. Solo unos pocos pueden con tamaña maldición. 
¡Ojalá te enamores! Y no puedas con eso. Y corras hacia el tren bajo la lluvia. Y no te mojes. 

¡Ojalá te enamores!

Ivy Cangaro



Comentarios

Dyhego ha dicho que…
Ojalá venga ese amor inesperado y total.
Salu2.
Amorbrujo82.blogspot.com ha dicho que…
La maldición es para quien lo lee. La que escribe ya fue maldita hace tiempo. Gracias por pasar Dyhego. Saludos

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