CARTA ABIERTA SOBRE LA PENA DE MUERTE

Hoy escuchando un CD que tuve que comprar en la facultad en el año 2005 me detuve en el track o pista 6. En el se escucha el programa que se emitió en Radio Mitre "Cartas que vienen y van". Y en ese mismo programa se intrepretó esta carta publicada en diario Clarín en 1991. Fué escrita por María Elena Walsh. La dejo en el blog para que la lean y reflexionen. A mi, por lo menos, me dejo pensando. Sólo espero que no sigamos retrocediendo porque queda poco tiempo y... ¡tenemos que avanzar!
Adelante!!! El día es HOY.

CARTA ABIERTA SOBRE LA PENA DE MUERTE

Fui lapidada por adúltera. Mi esposo,que tenía manceba en casa y fuera de ella, arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis hijos.

Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado.

Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma demoniáco.

Fui descuartizado por rebelarme contra la autoridad colonial.

Fui condenado a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos. Mi señor era el brazo de la justicia.

Fui quemado vivo por sostener teorías heréticas, merced a un contuberio católico-protestante.

Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los derechos del Hombre.

Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios.

Me fusilaron en cinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de federales.

Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente.

Fui enviado a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de arrepentirme o convertirme en un hombre de bien, como suele decirse de los embriones en el claustro materno.

Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los verdugos.

Me condenaron de facto por imprimir libelos subersivos, arrojándome semivivo a una fosa común.

A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás dudaron de que el castigo era ejemplar. Cada vez que se alude a este escarmiento la Humanidad retrocede en cuatro patas.

María Elena Walsh

Publicado originalmente en Clarín, 12 de setiembre de 1991

Gracias por leer mi blog
Gabysol

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